miércoles, 1 de mayo de 2013

Sobre el cultivo de fresas

Cuando estaba en el instituto, todos los profesores querían convencerme de que estudiase su especialidad. El de Lengua y Literatura quería que fuese escritora. El de Biología, bióloga. Hasta la profesora de la optativa Botánica pensaba que las plantas eran lo mío, lo cual, no deja de ser gracioso, pues aquel año sólo estudiamos algas, musgos y helechos.

Dejadme que os diga que soy el terror de las plantas :-(
Me encanta la naturaleza. La necesito. Pocos recuerdos guardo con más cariño que el día que, con 5 años, mi padre me llevó a ver la que sería nuestra nueva casa. Apoyé los dedos en la verja del jardín y me estiré sobre mis puntillas para poder asomarme. Cuando vi todo ese espacio, esos árboles, el enorme jardín asilvestrado, se me escapó el aire de la boca. "¿Todo esto es nuestro?", le pregunté. Mi padre asintió sonriendo y me convirtió, por unos instantes, en la niña más feliz del mundo. En los años siguientes, pasé momentos muy especiales mirando esos árboles y ese jardín desde mi ventana. Abrir la persiana y verlos era todo lo que necesitaba para ser persona por las mañanas. Eran "mi café".


Cuando pensaba en la que sería mi casa ideal en el futuro, la imaginaba siempre con un jardín. Un pequeño patio de piedra, con una fuente, cercado por árboles. Naranjos y cerezos, quizás. Y damas de noche. Un patio donde los pájaros bajasen a beber agua y mi gata tomase el sol. Tendría también huerto en el que cultivar hortalizas, dos o tres, una cosita modesta, y un invernadero lleno de flores.

Y, con todo, ¡soy un auténtico desastre para la jardinería! Estos años, en mis pequeños pisos, me he dedicado a intentar llenar mis balcones de plantas. Todas se mueren. No sé qué hago mal, quizás demasiado sol, o demasiado poco. Quizás las ahogo, o las deshidrato... Les doy demasiado, o no les doy suficiente. El día que se me murió un cactus, ¡un cactus! pensé: Diana, déjalo. La jardinería no es lo tuyo :-)

Hace poco alguien me dijo: "Estoy pensando en cultivar un pequeño huerto en casa, algo modesto. Tomates y otra cosa. ¿Alguna idea?". De repente me vino a la cabeza el recuerdo de mi amiga Cynthia y yo, cuando éramos pequeñas, saltando la valla de la casa del vecino, y comiéndonos las fresas de su huerto. Sin lavar, ni nada. Dos niñas con vestidos de verano, las manos llenas de tierra y la boca roja. "Fresas, le respondí, cultiva fresas". "Pero las fresas son muy difíciles de cultivar..." "Sí, dije yo, pero están tan ricas..."

Me doy cuenta de que la vida es como cultivar algo en tu jardín. Cada uno elige lo que siembra en función del esfuerzo que esté dispuesto a realizar, la ilusión que tenga, la paciencia, el tiempo y los recursos de que disponga, la tolerancia a la frustración y el valor de arriesgar.

Finalmente optó por los tomates. Yo apuesto por las fresas. Porque mi forma de vivir la vida, que no es ni mejor, ni peor, es arriesgando. La comodidad no se inventó para mí, yo lo quiero todo. Porque quizás mañana muera, y me gustaría pensar, mientras me acojono ante la idea de dejar este mundo al que me hallo tan absurdamente apegada, que viví intensamente. Que lo di todo. Y si muero, me gustaría dejar un bonito huerto lleno de fresas silvestres, para que las niñas entren a hurtadillas en él, con sus vestidos de verano y su picardía infantil, y me las roben todas.



Encontré este "huevo" hace una semana en una preciosa librería de Madrid. Crack & grow, dice. Y me encanta... Porque me recuerda que, algunas cosas, crecen sólo después de haberse roto.


Así que ahora estoy sembrando fresas. Aún a sabiendas de que, probablemente, salga mal.
Porque... ¿y si no?



Ya es Mayo, un bonito mes para empezar a cultivar. 
Feliz Mayo a todos.

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