viernes, 26 de abril de 2013

La crisis de los mosquitos

Son criaturas curiosas, los mosquitos. Tan pequeños, y tan puñeteros.

Desde niños, solemos pensar que nuestra cama es un lugar sagrado. Una especie de trinchera cálida e inquebrantable, donde estamos a salvo de todo. Un lugar para el descanso. Para la seguridad. Para el amor. Construímos firmes muros hechos de mantas e ilusiones. En nuestras camas dormimos, jugamos, nos abrazamos, soñamos. En nuestras camas nos recuperamos de nuestras enfermedades, lloramos nuestros desamores y meditamos las decisiones importantes. En nuestras camas compartimos algunas de las cosas más bonitas de la vida; una conversación trasnochada, o el deseo de ser uno con otra persona. Somos invencibles en nuestras camas...

Pero están los mosquitos. Pequeños bichitos molestos que se cuelan en nuestros nidos sin que nos demos cuenta, y perturban nuestra felicidad y nuestro descanso... Aaah, los mosquitos.

Mosquitos hay de muchos tipos. Está el mosquito de la inseguridad, el mosquito de la culpa. El mosquito del miedo. El mosquito de la amargura. El mosquito de las dudas. El mosquito de la cobardía. Hay tantos como personas. Y todos ellos pican. Te zumban primero, en el oído, hasta que ya no puedes oír otra cosa. Y te desvelan. Un mosquito suficientemente impertinente conseguirá que ya no duermas. Se esconderá cuando intentes darle caza, y te acechará en la oscuridad. Por la mañana, verás sus marcas, y se quedarán ahí durante días.

Cuidado con los mosquitos; no olvidemos, que somos nosotros mismos los que les dejamos la ventana abierta, y luego los alimentamos.


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